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Luchar más allá de las instituciones
Agosto 4th, 2012
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Por Roberto Josué Bermúdez Olivos.
A los estudiantes de la Maestría de Derechos
Humanos UACM.
Una buena parte de las instituciones en nuestro país están cooptadas por
intereses de grupo, de un sector minoritario y poderoso que las vicia y las
corrompe. Sector que interpreta reglamentos y leyes para favorecer a una clase
política como es el caso de instituciones electorales, buscando favorecer a
grupos de poder afines a una élite o con fuertes recursos económicos,
como se da en las instituciones que procuran justicia.
Es normal que en nuestro país las cárceles
estén llenas de presos que no tuvieron recursos para pagar una buena defensa,
casos mediáticos o personas encerradas por razones políticas. Cuando un
poderoso llega a la prisión es porque cayó de la gracia del poder u otro grupo
antagónico, mejor posicionado en el ejercicio de poder, lo toma como ejemplo;
es una especie de ajuste de cuentas al estilo mafioso.
Los luchadores sociales son constantemente
víctimas de las instituciones de justicia, las cuales los criminalizan y
condenan de forma ejemplar para disuadir a otros disidentes. Los casos de
campesinos en la montaña de Guerrero son el pan nuestro de cada día. En esta
región, a quienes se rebelan se les encierra o somete a procesos injustos o son
victimados por grupos protegidos por el Estado.
El IFE y el TRIFE, en el ámbito electoral,
son instituciones que se posicionan a favor de ciertos grupos de poder, dejando
poco espacio a las oposiciones más progresistas, burocratizando los procesos,
no investigando a fondo, ni siendo diligentes. Parcializan su actuar y se
confrontan con la izquierda, descalificándola de inicio, aun sin analizar
detenidamente sus demandas, cuestión que no debiera hacer un árbitro
electoral parcial. Su poca apertura se basa en trabas legales para que se
institucionalice la corrupción, la cooptación y la inequidad en los procesos
electorales.
De igual forma vemos cómo las instituciones
educativas se rigen por grupos de poder, los cuales modifican programas de
estudio según su visión y su formación y no en base a un debate académico
incluyente. Abren materias según criterios de mercado y no en base a un
análisis de la demanda educativa que requiere nuestra sociedad.
Vemos también que las instituciones culturales
son manejadas por grupos que no permiten el acceso a cualquier artista o
creador y sí a ciertas élites o con criterios de marketing.
Con los medios de comunicación es igual, se
impone una línea que defiende los intereses de la empresa y a la posición
política que los favorezca, dando espacios limitados a voces disidentes para
justificar parcialidad, la cual es acotada a un mínimo de apertura a posiciones
críticas, en el mejor de los casos.
Pudiéramos recorrer todas las instituciones y
encontraríamos situaciones similares. Es importante seguir dando la lucha
dentro de estas instituciones para democratizarlas y hacerlas incluyentes a
todos los sectores sociales y la diversidad de pensamiento, sabiendo -de
entrada- que estamos jugando dentro de las reglas del juego amañadas y sitiadas
por grupos de poder, mas no hay que dejarles el camino libre y se tienen que
seguir señalando las fallas y exigir la limpieza de éstas, pero no quedarse
sólo ahí y dejar que la lucha sea desgastada por este proceso.
Se deben crear nuevos escenarios con reglas
éticas y justas; medios de comunicación autónomos, como es el ejemplo de Somos
el Medio que da apertura a gente honesta y profesional, da la voz a quien
no la tiene. Seguir creando espacios culturales incluyentes, como las
editoriales autónomas que dan apertura a nuevos talentos literarios dejando de
lado elitismos o visiones de mercado. Impulsar la creación de más radios
independientes y canales que se trasmitan por medio alternativos.
El #YoSoy132 puso un ejemplo claro al organizar
un debate alternativo al del IFE donde los candidatos respondieron directamente
a la ciudadanía bajo un formato independiente, profesional y fresco, dando un
ejemplo a las instituciones electorales de cómo estos ejercicios pueden y deben
responder a la sociedad y no a grupos de poder.
Las asambleas son una forma alterna para
desarrollar una democracia directa y participativa, las cuales se deben alejar
de viejos vicios como la intolerancia y el desgaste, privilegiando siempre el
consenso entre las diversas posiciones. Se debe seguir empujando la
comunicación alternativa en las redes sociales buscando que lo distribuido por
éstas tenga mayor seriedad y bases. Apoyar ejercicios de vigilancia ciudadana
como lo hizo el #132 que recabó pruebas de las múltiples anomalías durante la
elección dando una lección de eficacia a la FEPADE, la cual se vio inerte ante
el cúmulo de denuncias durante la jornada.
El deber de las fuerzas progresistas es empujar
la democracia directa, participativa y deliberativa en todos los espacios de
lucha.
También se deben fortalecer las formas comunitarias
de impartir justicia y seguridad como lo hacen las policías comunitarias en
Guerrero o las juntas de buen gobierno en Chiapas.
Estas formas de organización autogestivas deben
extenderse y ampliarse a todos los sectores de la sociedad, sin dejar de luchar
por democratizar y transparentar las instituciones oficiales para que éstas
sirvan y rindan cuentas a su razón de ser: la ciudadanía y no una élite
empoderada.


