UN POCO DE MI

ACADÉMICO EN LA UNAM: FCPYS, ENTS Y CCH SUR, ESCRITOR EN MAS DE 20 ANTOLOGIAS LITERARIAS, LICENCIADO EN SOCIOLOGÍA, MAESTRO EN DERECHOS HUMANOS, ACTIVISTA Y ANALISTA.

lunes, 23 de mayo de 2016

Artículo Somos el Medio: Luchar más allá de las instituciones.

  http://www.somoselmedio.org/2012/08/04/luchar-mas-alla-de-las-instituciones

Luchar más allá de las instituciones

Agosto 4th, 2012 | 

 Por Roberto Josué Bermúdez Olivos.

A los estudiantes de la Maestría de Derechos Humanos UACM.
Una buena parte de las instituciones en nuestro país están cooptadas por intereses de grupo, de un sector minoritario y poderoso que las vicia y las corrompe. Sector que interpreta reglamentos y leyes para favorecer a una clase política como es el caso de instituciones electorales, buscando favorecer a grupos de poder afines a una élite o con fuertes recursos  económicos, como se da en las instituciones que procuran justicia.
Es normal  que en nuestro país las cárceles estén llenas de presos que no tuvieron recursos para pagar una buena defensa, casos mediáticos o personas encerradas por razones políticas. Cuando un poderoso llega a la prisión es porque cayó de la gracia del poder u otro grupo antagónico, mejor posicionado en el ejercicio de poder, lo toma como ejemplo; es una especie de ajuste de cuentas al estilo mafioso.
Los luchadores sociales son constantemente víctimas de las instituciones de justicia, las cuales los criminalizan y condenan de forma ejemplar para disuadir a otros disidentes. Los casos de campesinos en la montaña de Guerrero son el pan nuestro de cada día. En esta región, a quienes se rebelan se les encierra o somete a procesos injustos o son victimados por grupos protegidos por el Estado.
El IFE  y el TRIFE, en el ámbito electoral, son instituciones que se posicionan a favor de ciertos grupos de poder, dejando poco espacio a las oposiciones más progresistas, burocratizando los procesos, no investigando a fondo, ni siendo diligentes. Parcializan su actuar y se confrontan con la izquierda, descalificándola de inicio, aun sin analizar detenidamente sus demandas,  cuestión que no debiera hacer un árbitro electoral parcial. Su poca apertura se basa en trabas legales para que se institucionalice la corrupción, la cooptación y la inequidad en los procesos electorales.
De igual forma vemos cómo las instituciones educativas se rigen por grupos de poder, los cuales modifican programas de estudio según su visión y su formación y no en base a un debate académico incluyente. Abren materias según criterios de mercado y no en base a un análisis de la demanda educativa que requiere nuestra sociedad.
Vemos también que las instituciones culturales son manejadas por grupos que no permiten el acceso a cualquier artista o creador y sí a ciertas élites o con criterios de marketing.
Con los medios de comunicación es igual, se impone una línea que defiende los intereses de la empresa y a la posición política que los favorezca, dando espacios limitados a voces disidentes para justificar parcialidad, la cual es acotada a un mínimo de apertura a posiciones críticas, en el mejor de los casos.
Pudiéramos recorrer todas las instituciones y encontraríamos situaciones similares. Es importante seguir dando la lucha dentro de estas instituciones para democratizarlas y hacerlas incluyentes a todos los sectores sociales y la diversidad de pensamiento, sabiendo -de entrada- que estamos jugando dentro de las reglas del juego amañadas y sitiadas por grupos de poder, mas no hay que dejarles el camino libre y se tienen que seguir señalando las fallas y exigir la limpieza de éstas, pero no quedarse sólo ahí y dejar que la lucha sea desgastada por este proceso.
Se deben crear nuevos escenarios con reglas éticas y justas; medios de comunicación autónomos, como es el ejemplo de Somos el Medio que da apertura a gente honesta y profesional, da la voz a quien no la tiene. Seguir creando espacios culturales incluyentes, como las editoriales autónomas que dan apertura a nuevos talentos literarios dejando de lado elitismos o visiones de mercado. Impulsar la creación de más radios independientes y canales que se trasmitan por medio alternativos.
El #YoSoy132 puso un ejemplo claro al organizar un debate alternativo al del IFE donde los candidatos respondieron directamente a la ciudadanía bajo un formato independiente, profesional y fresco, dando un ejemplo a las instituciones electorales de cómo estos ejercicios pueden y deben responder a la sociedad y no a grupos de poder.
Las asambleas son una forma alterna para desarrollar una democracia directa y participativa, las cuales se deben alejar de viejos vicios como la intolerancia y el desgaste, privilegiando siempre el consenso entre las diversas posiciones. Se debe seguir empujando la comunicación alternativa en las redes sociales buscando que lo distribuido por éstas tenga mayor seriedad y bases. Apoyar ejercicios de vigilancia ciudadana como lo hizo el #132 que recabó pruebas de las múltiples anomalías durante la elección dando una lección de eficacia a la FEPADE, la cual se vio inerte ante el cúmulo de denuncias durante la jornada.
El deber de las fuerzas progresistas es empujar la democracia directa, participativa y deliberativa en todos los espacios de lucha.
También se deben fortalecer las formas comunitarias de impartir justicia y seguridad como lo hacen las policías comunitarias en Guerrero o las juntas de buen gobierno en Chiapas.
Estas formas de organización autogestivas deben extenderse y ampliarse a todos los sectores de la sociedad, sin dejar de luchar por democratizar y transparentar las instituciones oficiales para que éstas sirvan y rindan cuentas a su razón de ser: la ciudadanía y no una élite empoderada.

jueves, 19 de mayo de 2016

Somos el Medio Articulo de Opinión.

¿Por qué luchar? 

 http://www.somoselmedio.org/2012/03/31/por-que-luchar

Marzo 31st, 2012  | 

Por Roberto Josué Bermúdez Olivos

El desánimo, el individualismo, la indiferencia y el miedo nos lleva a preguntarnos: ¿Por qué luchar?  ¿Por qué buscar cambiar las cosas? Al fin y al cabo no podemos cambiar nada. Entonces, ¿para qué actuamos? Esto es algo completamente falso y hay claros ejemplos históricos que lo demuestran. Todo es cambiante, nada es eterno.
La sociedad siempre está en constante cambio, nos enseñan en la escuela. Pero estos cambios no se desarrollan solos, los hacen los pueblos, los individuos comprometidos. Los derechos de los afroamericanos estadunidenses no hubieran avanzado y no se entenderían si no fuera por la lucha del movimiento de Martin Luther King, Malcom X y los Panteras Negras. En algún momento los linchamientos, la segregación, la puerta cerrada a considerarlos ciudadanos era la regla. Hoy, las cosas son diferentes. Queda mucho por avanzar; es cierto, hay pobreza y violencia que se manifiesta en Estados Unidos y en buena parte es hacia este sector, por lo que hay que seguir luchando y continuar el cambio.
¿Se entendería la India descolonizada sin la lucha de Gandhi? ¿O el fin del apartheid sin la lucha de Mandela y sus respectivos pueblos?  Hay problemas que resolver todavía en la India y en Sudáfrica, por lo que a nuevas generaciones les toca seguir sus ejemplos y corresponder a los que se sacrificaron para que tuvieran una realidad mejor.  Ambos murieron por sus causas, mas hay gente que, aun muerta, está más viva que muchos que respiran y no viven.
En los tiempos recientes, por ejemplo en Egipto, seguirían con un dictador si no fuera por la valiente movilización de la gente que salió a las calles. En Bolivia no hubiera una nueva constitución que defiende los derechos de los indígenas, ni habría un presidente indígena, si no fuera por los movimientos que empujaron esto y que siguen empujando los cambios pendientes en ambos casos. Si no fuera por El Caracazo, por la movilización de los Sin Tierra, de Los Forajidos en Ecuador, del “que se vayan todos en Argentina”, no hablaríamos de la oleada de gobiernos progresistas en América Latina, ni de las nuevas constituciones sociales de Ecuador y Venezuela.
En México no existiría la incipiente libertad de expresión ni de manifestación si no fuera por el Movimiento del 68; no se hablaría de la autonomía indígena y sus derechos, como se habla hoy, si no fuera por el Movimiento Zapatista que nació en el 94. La UNAM seguramente sería privada si no fuera por las movilizaciones del 86 y del 99. El pueblo de Atenco no tendría tierras, y les hubieran impuesto un aeropuerto, si no fuera por la organización y la movilización de su pueblo.
Podemos ver pasar la historia como un río o ignorarla y así acabar nuestros días: sólo viéndola pasar. O montarnos en ella, hacer historia, como los que crean y empujan los cambios. Podemos hacer los cambios para nosotros o podemos hacerlos para los demás. Este sistema crea seres individualizados, competitivos, consumistas y conformistas; ser así es lo común, lo “normal”, los que destacan son los que van a contracorriente, los que ven por los otros, los que crean, lo que desafían el status quo, los que buscan cambios y alternativas.
Caminos hay muchos. Nadie tiene una receta mágica que logre el cambio social, mas sí se puede aprender de las experiencias de lucha de personas como Sandino, El Che, Zapata, Allende, Bolívar, Lennon, Jaramillo, Lumumba, que con éxitos y fracasos han dejado una estela de enseñanzas. Hay que acabar con el miedo y el cinismo, vencer la ignorancia, terminar con la cultura de la apariencia, entender que uno es su circunstancia, pero que uno puede transformar ésta y hacer que predomine el valor, el cambio, la solidaridad. Todo sistema tiene grietas por donde se puede empujar la transformación.
Tomemos como armas a la conciencia, al conocimiento y a la crítica, recordemos que la revolución es un trabajo teórico y práctico, critiquemos, propongamos y hagamos. No esperemos al caudillo que resuelva todo: nosotros seamos los propios constructores de nuestra historia. Detrás de los grandes personajes siempre está la fuerza de un pueblo. No debemos perder de vista que los grandes movimientos los hace gente invisible para el sistema: los indígenas, las mujeres, quienes luchas por la dignidad, por el territorio, y por la autodeterminación.
Teniendo en cuenta que los saberes son incompletos, habrá que luchar contra la ignorancia y contra el conocimiento que produce ignorancia ejerciendo la hermenéutica de la suspicacia.  Hay que entender que existen relaciones de poder entre conocimientos y que la pluralidad de conocimientos nos ayuda a ampliar las posibilidades de emancipación.  Hay que escuchar  a los invisibles, hacer una sociología de las ausencias, descolonizar las ciencias sociales.
Hay grandes problemas sociales: pobreza, marginación, guerras imperialistas, narcotráfico, etc. Esto debe de cambiar, estamos en tiempo de grandes urgencias como la ambiental y urge actuar ahora.  El cambio de civilizaciones no se da a corto plazo ni la desigualdad social se puede resolver en un universo capitalista, es necesario un cambio político de fondo, pero este cambio se debe ir construyendo, se deben ir poniendo los cimientos para esta transformación liberadora.
Observemos al otro, al oprimido, démosle voz, humanicémonos, busquemos ser libres y encontremos un camino que nos lleve a un mundo más justo, sin opresión e imposición.  Muchos ya dieron un primer grito de ¡Ya Basta!, y un “nunca más un México sin nosotros”. Muchos están luchando por nuevos derechos, por nuevos caminos, es momento de que también hagamos historia, que imaginemos y construyamos un mundo mejor y paremos la degradación del hombre hacia el medio ambiente, la destrucción y la barbarie imperialista, el hambre y la pobreza.  Hay mucho por luchar, grandes razones, grandes urgencias.
Nuestro país se desangra por la violencia, los jóvenes tienen pocas oportunidades para desarrollarse profesionalmente, hay desempleo, la educación se limita, es momento de actuar, tratar de parar la fragmentación existente y vincular esfuerzos. No esperemos que los poderosos dejen de serlo por sí solos, o que los tiranos se castiguen a sí mismos y que los explotadores dejen de serlo por buena voluntad, o que los políticos dejen de pensar en ellos nada más o en sus grupo sólo porque sí.  Como sociedad tenemos una responsabilidad de empujar estos cambios y exigir que la soberanía del Estado recaiga en el pueblo, que manden obedeciendo, hacernos oír y asumirnos como sujetos de derechos, que conocemos y hacemos valer estos.
Tenemos una responsabilidad social, la cual será reclamada por las generaciones futuras. Heredemos un espíritu de lucha y no de aletargamiento social.  Dejemos la enseñanza de que se pueden construir cambios, hacer historia. Reproduzcamos principios como el valor, la solidaridad, la fraternidad, la crítica y dejemos atrás los antivalores impuestos por los defensores del status quo y por los que han sido privilegiados gracias a la explotación y al saqueo. Como dijo Salvador Allende: “Abramos las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Medios Escritos

CORREO ILUSTRADO JORNADA

CORREO ILUSTRADO JORNADA

REVISTA CHILANGO

Articulo Somos el Medio Movimento 1999-2000

http://www.somoselmedio.org/2012/02/28/movimiento-estudiantil-de-fin-de-siglo-unam-1999-2000

febrero 28th, 2012.
Por  Roberto Josué Bermúdez Olivos.*

Hablar del movimiento estudiantil  de 1999 en la UNAM es hablar de la defensa de la educación pública y gratuita en México. Es hablar  del freno al proyecto neoliberal que se quería instaurar en la UNAM vía un reglamento general de pagos consistentes en el aumento de las cuotas de inscripción, trámites, uso de equipos y laboratorios. Cuestionó reformas antes emprendidas que limitaban el acceso a la UNAM y los vínculos de la UNAM con el CENEVAL que hasta la fecha son pocos claros, por decir lo menos. Planteó el problema de la democratización profunda de la UNAM y la necesidad de un congreso donde se discutiera de forma transparente y abierta la problemática universitaria.
Es un movimiento que practicó la democracia participativa,  con rotación de delegados, discusión y toma de decisiones por escuela y luego en un Consejo General de Huelga (CGH) donde se discutían las propuestas y el plan de acción y se volvían a bajar puntos de discusión a las facultades y escuelas buscando un carácter horizontal en la toma de decisiones.
Un movimiento que no compró la idea individualista de: “no te preocupes por lo que no te afecta a ti” y, en cambio, luchó por los que venían detrás, por las futuras generaciones que hoy gozan de una universidad pública y de prestigio. Un movimiento que despertó a una generación de universitarios o, por lo menos, a un gran sector de la mal llamada “Generación X”. Una generación influida por la lucha zapatista, que vivía aún los vestigios del autoritario sistema priista que amenaza con regresar, o que no se fue del todo.
Jóvenes que argumentaron, se organizaron, hicieron asambleas, votaciones, referéndum, brigadas de información, comisiones que se encargaban de las finanzas, de la difusión y propaganda, de enlaces con otros sectores, etc.  Que organizaron cursos de verano, festivales, conciertos; que tomaron las calles con música y baile; que organizaban guardias,  mítines; que viajaban a las colonias, a otros estados a tratar de romper el cerco informativo.
Universitarios que reflejaron abiertamente el desencanto existente con las instituciones, con los partidos políticos, con las viejas prácticas políticas. Que defendieron los logros de los movimientos pasados como el del 86, pero que cuestionaban las prácticas de los viejos liderazgos ahora contaminados por el sistema partidista imperante en el país. Un movimiento que se resistía a transar, a dejarse cooptar, a rendirse frente a los embates y ofrecimientos de claudicación.
Un movimiento que aguantó una terrible embestida mediática que lo descalificó de inicio a fin; que aguantó represiones físicas, descalificaciones, una campaña mediática costosísima de las autoridades, amenazas de expulsión y de cárcel y la embestida de las clases favorecidas por el sistema.  Fue un movimiento de marginados, de los que no tenían certeza de tener un futuro con empleo, con patrimonio, de los hartos por ser menospreciados y no escuchados, fue el ya basta de la juventud.
Las autoridades, encabezadas por Francisco Barnés, fueron la punta de lanza que buscó instaurar el proyecto neoliberal en la UNAM. Actuaron despóticamente con cerrazón tratando de doblegar a los estudiantes, actuaron como verdaderos ULTRAS de derecha cerrando los caminos a un diálogo respetuoso, cosa que cavó su tumba. Dejaron la semilla de la polarización y desconfianza y alimentaron los extremos.
Ningún movimiento es puro, se cometen errores y excesos, es parte de la dinámica de todo movimiento social el desgaste, la polarización, el aislamiento y alejamiento con sectores que pudieron considerarse aliados. El no poder tener una política efectiva contra la embestida mediática que creó líderes con rastas para desprestigiar y polarizar.  La desconfianza ante los que buscan montarse y sacar provecho del agua turbia, la espada desenvainada ante el ataque estatal y el de las autoridades universitarias que imposibilitó una salida negociada, la falta de práctica en cuanto a democracia deliberativa y representativa que hizo difícil la búsqueda de consenso, de tolerancia de ideas y flexibilización de propuestas sin transar, fueron de las problemáticas que no pudo sortear como hubiera querido el movimiento. Difícil de hacer, frente a toda la responsabilidad que tenía encima, que no era poca cosa: dejar las bases de una universidad pública que no tuviera que enfrentar una embestida neoliberal en un futuro.
No se supo cerrar el acto y entró la Policía Federal Preventiva (PFP) en febrero del 2000  y encerró a más de mil estudiantes. Quedó un movimiento estudiantil que se diluyó con el tiempo hacia otros campos de la sociedad: el académico, movimientos sociales de diferente tipo, el de la sociedad civil organizada, o el de la sobrevivencia cotidiana ante un futuro incierto. A todos los que participaron, la experiencia los marcó para bien o para mal y cambió sus vidas.
Fue un acto decorado de derrota por las botas grises de los militares y por los medios, pero muy alejado del verdadero resultado, de la máxima victoria del movimiento estudiantil, el que exista al día de hoy una universidad pública, gratuita, de masas, que alberga a cientos de miles de jóvenes dándoles educación de calidad a la altura de las grandes universidades del mundo. Autoridades que han tenido que mantener un discurso crítico en defensa de la educación pública frente al Estado, no por buena voluntad, sino empujados por lo que fue la lucha estudiantil que aún permea en la sangre y el espíritu de la UNAM. Puso bases así como las puso el movimiento zapatista para el cuestionamiento que hoy se hacen los indignados, los excluidos del sistema, bases para emprender las luchas desde abajo, de los altermundistas, de los que luchan por educación publica en países hermanos como el chileno, quienes reconocen y admiran la lucha emprendida por los estudiantes en 1999.
El movimiento deja una experiencia que deben retomar las nuevas generaciones, aprender del camino recorrido, de los aciertos y los errores, una experiencia de lucha que se debe retomar para todos los pendientes que quedan no sólo en la universidad, sino y sobre todo, en el país que se desangra con más de 60 000 muertos, que tiene récord de desempleo, donde el narcotráfico se ha vuelto la triste alternativa para miles de jóvenes, donde la educación no alcanza para todos y, donde el Estado, regatea o hace omiso su apoyo a ésta, así como a la salud y a la seguridad social en general.
En la UNAM se deben cerrar heridas, cuestión que hasta hoy no ha sido del todo posible, y ver hacia adelante sin olvidar. Retomar de forma objetiva los aprendizajes, analizar aciertos y desaciertos del movimiento estudiantil sin el cual no se entendería la universidad tal como es hoy y empezar a construir las bases de la universidad del mañana.
Las autoridades de cualquier institución educativa deben saber que tarde o temprano el autoritarismo pierde, que la imposición o el querer ganar por medio de la fuerza, y no por la razón, termina sucumbiendo ante la fuerza de los argumentos y la lucha coordinada y organizada. Los jóvenes deben reforzar los valores del diálogo, la argumentación, del saber escuchar y proponer, pero sobre todo del saber hacer, de romper esa apatía como lo hizo la juventud de 1999 en la UNAM que se comprometió con la noble causa por la defensa de la educación publica y gratuita para las generaciones venideras, que luchó y apoyó a los compañeros zapatistas contra el militarismo, que se hizo sentir y buscó alternativas de lucha y organización y que, finalmente, nunca se doblegó.
*Lic. En Sociología. Estudiante de la Maestría en Defensa y Promoción en Derechos Humanos de la UACM